¡Hola de nuevo! Esta vez os traemos una entrada más específica. Nos vamos a centrar en los narvales. Una especie no muy conocida, o en cualquier caso, a la que a muchos les cuesta poner nombre. Pues hoy vamos a intentar dar un poco más de luz sobre esta curiosa especie de cetáceo ártico.
Resumen de su biología
Los Monodon monoceros, los narvales, son un especie de cetáceos odontocetos que
habita en los mares septentrionales, pudiéndoseles considerar un endemismo
ártico. Los odontocetos se distinguen de los misticetos en que los primeros
poseen dientes, mientras que los segundos, barbas, por lo que tienen dietas
completamente distintas. Los narvales miden a rededor de los 4-5 metros y
llegan a pesar más de una tonelada cuando son adultos. Se alimentan principalmente de bacalao y
calamares, a los cuales detectar por ecolocalización, como otros cetáceos. Su característico cuerno es en realidad un
colmillo prominente que desarrollan los
machos a medida que llegan a la madurez. En raras ocasiones aparecen ejemplares con dos cuernos.
Su función no está clara, pero parece tener un papel en reconocimiento
del medio. Se desconoce su población
exacta, pero se estima que en el Ártico habitan entre 10.000 y 100.000
ejemplares, por ello actualmente está catalogada según UICN (La Unión
Internacional para la Conservación de la Naturaleza) como casi amenazada, es
decir, una de las pocas especies de cetáceos que no están catalogadas bajo
algún grado de amenazada por esta entidad. Sin embargo, en un estudio comparativo
se concluyó que se trata de una de las especies de mamíferos árticos más
sensibles a los efectos ecológicos del cambio climático.
Los narvales y el cambio climático
Hilando con lo dicho anteriormente, vamos a comentar algunos
de los aspectos en los que los narvales se verán afectados por este cambio
global.
Los narvales son una especie migratoria, que alterna entre
zonas de verano e invierno. Los rápidos cambios que están aconteciendo en el
Ártico están afectando a esta especie. Los patrones migratorios de los narvales
están ligados a las masas de hielo, y los cambios en la cantidad y la distribución de este están afectando a sus costumbres migratorias.
Esta alteración produce la pérdida de oportunidades de alimentación que
se asocia con su migración. Otro de los trastornos que se han observado
referentes a la migración es el retorno de los narvales a sus lugares de
verano, interrumpiendo su migración, y siendo fatídicamente atrapados por la
rápida capa de hielo que se forma en el otoño ártico.
Además,
esto cambios en hielo y en la temperatura del mar, cambia también la
distribución de otras especies. En este caso la que cabe resaltar es la orca,
un gran depredador de quienes los narvales son presa en las zonas en las que
sus poblaciones se solapan. Sin embargo los narvales, adaptados a aguas más
frías a las que acostumbra la orca, se encontraban protegidos por esta barrera
fisiológica. Con los actuales cambios,
las orcas están siendo avistadas en áreas más norteñas, con el consiguiente
riesgo tanto para los narvales como para otros grupos de animales.
Los narvales y los humanos
Culturalmente los narvales han tenido relevancia en los pueblos
de las zonas más septentrionales, formando parte de la dieta de los inuit y
alimentando mitos y leyendas. De hecho, hubo un tiempo en que sus cuernos eran
recolectados y vendidos en occidente como cuernos de unicornio, vendiéndose por
varias veces su peso en oro. Elizabeth I de Inglaterra compró por el equivalente a 10.000 libras un cuerno de narval. Con ese dinero podía haberse hecho construir un castillo entero. El rey Rodolfo II de Austria se hizo con uno para hacerse con él un cetro que aún se cuenta entre las joyas de la antigua corona.
El desarrollo de las prospecciones y plataformas
petrolíferas también está alterando a buena parte de la vida marina del Ártico.
En lo que concierne a los cetáceos, se ven perjudicados por varios factores, como
la contaminación derivada de la actividad, ya que mucho compuestos orgánicos
procedentes de la extracción acaban derramándose o escapando al mar, y por la
alteración que supone a las condiciones del ruido submarino, que juega un papel
muy importante en la ecolocalización de los cetáceos. Los narvales, por supuesto,
no son una excepción, y estas actividades, junto con el tráfico marino derivan
en dificultades para la especie para encontrar pareja, presas y para
orientarse.
Se ha visto que en los tejidos de los narvales se están
acumulando diversos compuestos de origen humano. Lo más destacables son los
pesticidas organoclorados, como DDT, y
los bifenilos policlorados, ambos reconocidos como cancerígenos en animales.
Los narvales tienen una menor capacidad para metabolizar estos compuestos,, que
otras especies de odontocetos, por lo que se acumulan paulatinamente en ellos,
especialmente en el hígado y en las capa de grasa. También se han detectados niveles relativamente altos de metales pesados en estos tejidos.
Epílogo
Con toda esta información vamos a dar por cerrada esta entrada, que esperamos que os haya interesado y haya dado a conocer a esta curiosa especie y también su frágil entorno.Que os haya ayudado a comprender la delicadeza y las amenazas del Ártico a través de los "unicornios del mar", esta maravillosa, y esperamos que después de esta entrada, no tan desconocida especie.
Y de premio, un pequeño vídeo